¿Alguien quiere jugar al futbolín?
El futbolín como metáfora del poder entre los hombres. Yo lo aprendí como un juego de mesa en los locales lumpens de mi ciudad. Normalmente en subsuelos y con olor a tabaco de joven macarra. La brillantina; el peine en el bolsillo del pantalón, claro, trasero; la chupa de cuero malo con brillos y nudos en las puntas de la cremallera. Todo era barato, de mal gusto, con unos cigarrillos que se apagaban solos en los ceniceros redondos llenos de niconita, y de fondo onomatopeyas (los clock, los click de las carambolas de los billares ) mientras de fondo Loquillo vacilando con su navaja.